
EL FUTURO DEL MEDIO RURAL DEPENDE DE OFRECER OPORTUNIDADES A LAS MUJERES Y A SUS FAMILIAS.
La celebración del Día Internacional de la Mujer Rural nos da la oportunidad de sensibilizar al público en general acerca de este tema relacionado con cuestiones de interés, tales como los derechos humanos, el desarrollo sostenible o la salud. Al mismo tiempo pretenden llamar la atención de los medios de comunicación para que señalen a la opinión pública que existen un problema sin resolver. El objetivo es doble: por un lado, que los gobiernos tomen medidas, y por otro, que la ciudadanía conozcan mejor la problemática y exijan a sus representantes que actúen.
En esta crisis de la COVID-19, el medio rural ha puesto de manifiesto su debilidad y hay que tomar medidas al respecto. Debido a la naturaleza del virus y a su forma de contagio, se está presentando al mundo rural como un lugar resistente al virus y eso es falso, engañoso y además puede llevarnos a tomar decisiones muy peligrosas. Que el despoblamiento o el vivir en espacios más abiertos y con una ocupación muy baja sea una circunstancia poco favorable para la afección del virus, no implica que en las zonas rurales donde el virus ha estado presente los efectos han sido terribles y han puesto de manifiesto la escasez de medios y la lejanía de la atención sanitaria. Profesionales sanitarios de las zonas rurales afectados por la falta y el retraso de material de protección, escasez de recursos de atención en UCIS en capitales de provincias… La lejanía y el adelgazamiento del servicio de atención primaria son problemas de primer orden para intervenir en una crisis sanitaria.
Las mujeres rurales representan más de un tercio de la población mundial y el 43 por ciento de la mano de obra agrícola. Labran la tierra y plantan las semillas que alimentan naciones enteras. Además, garantizan la seguridad alimentaria de sus poblaciones y ayudan a preparar a sus comunidades frente al cambio climático.
Sin embargo, como señala ONU Mujeres, las campesinas sufren de manera desproporcionada los múltiples aspectos de la pobreza y pese a ser tan productivas y buenas gestoras como sus homólogos masculinos, no disponen del mismo acceso a la tierra, créditos, materiales agrícolas, mercados o cadenas de productos cultivados de alto valor. Tampoco disfrutan de un acceso equitativo a servicios públicos, como la educación y la asistencia sanitaria, ni a infraestructuras.
Las barreras estructurales y las normas sociales discriminatorias continúan limitando el poder de las mujeres rurales en la participación política dentro de sus comunidades y hogares. Además, la situación está empeorando debido a que los efectos del cambio climático sobre los recursos naturales y productivos agravan las desigualdades de género en las zonas rurales.
El perfil típico de la mujer rural es el de una mujer casada de 50 años, con una media 2,3 hijos y que dedica diariamente cinco horas a actividades fuera del hogar y ocho a las tareas domésticas. Menos del 9% de las explotaciones son dirigidas por mujeres y son de dimensiones bastante más pequeñas que las dirigidas por hombres (Merino, 2002). El 82% de ellas ayudan en las explotaciones agrarias, pero el 59% no paga ninguna cotización social por el desempeño de una actividad económica (Merino, 2002). Esto hace que su aportación sea considerada “invisible” (Massot, 2002; Millán, 2002; Muñiz, 2002; Quintanilla, 2002; Libro Blanco, 2003).
El medio rural es muy importante, no sólo por su labor productiva, sino porque realiza otras funciones, de 1) carácter social, ya que la actividad productiva ha permitido la permanencia de la población en este ámbito, 2) la función cultural, pues mantiene las tradiciones y culturas populares del dicho entorno, y 3) la función medioambiental, pues su actividad es responsable de los paisajes y biodiversidad de nuestro medio.
La población femenina de Alhama de Granada, según datos del padrón 03/09/2020, es de 2126 mujeres y son el 64% de ellas las comprendidas en edad laboral, entre 18 y 65 años siendo el 34% demandantes de empleo no ocupadas (datos de la Junta de Andalucía SAE).
El impacto que la discriminación contra las mujeres tiene en el medio rural es más acusado que en el medio urbano. El desequilibrio rural-urbano y las características propias del medio rural actual (masculinización, envejecimiento, despoblación, falta de oportunidades laborales y escasez de servicios e infraestructuras) provocan que las desigualdades de género sean más visibles, y por tanto, haya más dificultades para lograr la igualdad efectiva entre varones y mujeres.
Para que esta igualdad sea efectiva, es necesario crear un escenario en el medio rural donde no existan brechas de género en el empleo y en el emprendimiento; donde la corresponsabilidad y la conciliación de la vida laboral y familiar sea una realidad; donde exista la misma representación entre hombres y mujeres en los órganos de dirección de las empresas y demás puestos de decisión y participación del medio rural, y donde se haya acabado con el silencio que envuelve a las mujeres rurales frente a la violencia de género.
Actividad realizada por el Centro Municipal de Información a la Mujer, recurso cofinanciado por el Instituto Andaluz de la Mujer.