Recordando la figura de Cervantes y su relación con Alhama en la celebración del Día Internacional del Libro

2016_Dia_del_libro_001El pasado 20 de abril el Salón de Actos del Ayuntamiento de Alhama de Granada acogía los actos de celebración del Día Internacional del Libro que este año giraban en torno a Miguel de Cervantes y Saavedra en el cuarto centenario de su muerte.

Sobre las seis de la tarde, Ángel Muñoz, Concejal de Cultura, daba la bienvenida al público presente y tras presentar a los que se sentaban junto a él en la mesa, Mari Carmen Quiles, directora del CEIP Conde de Tendilla, Trini, del Club de Lectura del CEPER Alhucema y Mari Paz García, Bibliotecaria de la Biblioteca municipal Inocente García Carrillo.

Tras la bienvenida procedió a leer el manifiesto del Día Internacional del Libro que este año ha sido escrito por el escritor y ensayista Fernando Iwasaki.

Al término de la lectura del manifiesto, alumnos que cursan la ESO en el IES Alhama, junto a alumnos del CEIP Cervantes y Conde de Tendilla dieron lectura a una breve semblanza de Miguel de Cervantes, así como citaron algunas de sus frases más conocidas, extractadas de su ingente obra.

Para cerrar los actos, integrantes de los clubes de lectura del CEPER Alhucema y “Los Tajos” dieron lectura del capítulo de “Los trabajos de Persiles y Segismunda” en el que aparece Alhama y Cenotia.

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Por último, Ángel Muñoz invitó a todos los presentes a leer “por que como decía Miguel de Cervantes el que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”.

MANIFIESTO DEL DÍA INTERNACIONAL DEL LIBRO

El pan de Cervantes y la papa del Inca

CUATRO SIGLOS ANTES que Amazon ofreciera colocar en cualquier lugar del planeta las últimas novedades editoriales, centenares de ejemplares de la primera edición del Quijote navegaron el mismo año de 1605 hacia México, Lima, Panamá, Cartagena, La Habana y Cusco. Asimismo, cuatrocientos años antes Andrés Neuman, Juan Carlos Méndez Guédez o Mario Vargas se instalaran en España, el Inca Garcilaso ya se había avecindado en Montilla, donde tradujo del toscano los Diálogos de Hebreo, escribió La Florida y comenzó la redacción de sus Comentarios Reales. Miguel de Cervantes y el Inca Garcilaso coincidieron en Andalucía a fines del siglo XVI y ambos fallecieron alrededor de un día como hoy de 1616. Los dos cambiaron nuestra manera de leer mientras cambiaba nuestra manera de comer, pues Quijote llegó a América junto con el trigo, la vid y los olivos, mientras los Comentarios Reales salían de la imprenta como crecían papas, los tomates y las batatas en los huertos sevillanos de Hernando Colón y Nicolás Monardes.

Las primeras voces hispanoamericanas vinieron en pequeños tiestos, a veces como semillas y por lo general en esquejes que prendieron tanto en la tierra como en la lengua después de largas travesías. Hablo de los maíces, pimientos, cacaos, chirimoyas, quinuas, chumberas, jacarandas, molles, tipuanas, ombúes, magnolios, poncianas, guayabos, ceibos, aromos o lapachos, aunque el habla cotidiana los llame «bella sombra», «falsa pimienta», «árbol del coral», «palo borracho», «falsa acacia» o «flamboyanes». Sus sonoros nombres reales fueron impresos en las primeras Crónicas de Indias, cuando nadie se imaginaba que terminarían poblando los parques y jardines de España. Hernando Colón plantó un ombú que todavía florece en el Monasterio de la Isla de la Cartuja y la Glorieta de Bécquer del Parque de María Luisa descansa a la sombra de un enorme ahuehuete.

Sin embargo, el pan que llegó a América con el Quijote se multiplicó en proporciones evangélicas y así hoy podemos disfrutar de los marquesotes de Oaxaca, la champurrada de Guatemala, la hallulla ecuatoriana, el chipá del Paraguay, la marraqueta boliviana, la churrasca chilena o el chuta cusqueño, un pan oriundo del distrito de Oropesa que todavía se elabora según la receta colonial. El Inca Garcilaso jamás probó el pan en el Perú, pues mientras vivió en el Cusco la producción de trigo no era suficiente para hacer harina y más bien los vecinos mimaban las mieses y las semillas con la finalidad de acrecentar las cosechas. Aun así, el joven Garcilaso llegó a España con sus letras bien aprendidas y un latín tan digno que se lanzó a leer a Cicerón y a traducir del italiano.

Los tiempos de Cervantes y del Inca Garcilaso fueron duros en ambos extremos del océano, aunque entonces descubrir era la única manera de sobrevivir, aprender la forma más segura de prosperar y leer casi tan esencial como comer. Celebramos el cuarto centenario de dos genios de la lengua y con ellos a los hombres y mujeres que mientras rompía el siglo XVII, viajaban con libros y panes, papas y papeles, por la feraz geografía del idioma español.

Fernando Iwasaki

Escritor, ensayista, crítico e historiador